martes, 3 de abril de 2012

Escribiendo...

Ahodhan - Historias de un Ángel Negro

Una canción necesita un preludio, supongo que este será adecuado para una canción hermosa como ésta...


 La noche era preciosa. La luna desplegaba todos sus encantos. La suave brisa acunaba las cortinas. Roma miraba a través de la ventana suspirando por otro día agotador. Los papeles que entregar, contartos que firmar, clientes que visitar...era un día bastante ajetreado, pero ya se habia acabdo...Otro día lleno de responsabilidades y trabajo. Mejor, así dejaba de pensar en aquel hombre. Hombre con el que compartía una casa, un hombre que le había acogido cuando más desconsolada estaba, un hombre que le dió cobijo y un trabajo cuando habia perdido todo lo que hasta aquel dia era su vida. Un hombre del que tenia prohibido enamorarse: su jefe.

Eran desesperantes esas noches donde la soledad se sentaba en su cama y le animaba a bajar al piso de abajo y meterse en la cama de aquel hombre.De aquel ángel que le quitaba el aliento y el corazón.

Aodhan... Aodhan era aquel hombre del que se había enamorado desesperadamente desde la primera vez que le vió. Su Aodhan...No, no era suyo. No aspiraba a convertirse en suya, era imposible...y cada día el tiempo se lo hacía más imposible quedarse al lado de esos ojos grises. ¿Grises? No, no eran grises, esos ojos eran la viva imagen de una tormenta en el mar, donde las olas se rompian contra las rocas, donde el cielo gris se besaba con la espuma blanca del mar...Estaba loca, definitivamente amaba a aquel hombre...

- ¡Ahhhhhhh! 

Unos gritos desgarraron el silencio de la casa...Procedían de la habitación de Aodhan. Roma bajo corriendo a su habitación con solo una camiseta larga que le llegaba para cubrir medio muslo de sus esbeltas piernas.
Nunca había oído semejantes gritos, tal vez porque solo hace una semana que viviá bajo el mismo techo que su jefe, y empezó a temblar de miedo y pánico.

-¡Noooooooo! ¡Paraaaaaaaa!

Roma abrió la puerta de un brusco empujón y vió como Aodhan se revolvia en las sabanas con los ojos cerrados. Por sus mejillas recorrían finas líneas de lágrimas.

-¡Ahhhh!
- Estoy aqui Señor. Estoy aquí, no se preocupe, no le voy a dejar. - se subió a la cama y acogió su rostro con ambas manos. Intentando tranquilizar, intentando dar consuelo...
- Tengo frío, hace frío. No me dejes. No me dejes. Tengo frío. ¡No me dejes! Por favor, no me dejes!
-Tranquilo Señor, no le voy a dejar. Estoy aqui. No pasa nada. Estoy con usted. Ya ha pasado. Estoy aquí. No le dejaré.
- Quedate conmigo por favor, no te vayas...no te vayas - y se durmió entre susurros.

Roma se acomodó en la cama y le abrazó con fuerza. De repente el hombre de casi dos metros se convirtió en un pequeño niño asustado y necesitado de cariño y constante cuidado. Se durmió entre sus brazos, su corazón empezó a calmarse y su respiración volvió a ser regular. Roma no dejaria que nadie le hiciera daño. Se lo había jurado a sí misma en el momento que Aodhan le pidió lealtad y sabía perfectamente que nunca faltaria a ese juramento. Era sagrado para ella.

Era hermoso. No era guapo como bastantes hombres con los que nos cruzamos o a los que vemos salir por televisión. No. Él era verdaderamente hermoso y más aún cuando descansaba en sus brazos con los ojos cerrados y el sueño conciliado.

-Nunca te dejaré mi amor. Nunca me alejaré de ti. No permitiré que te corten las alas. Has nacido para volar. Te quiero Aodhan.






 

- Señor... - el rubor tiñó las mejillas de Ro y el corazón se le disparó a cien mil por hora.
- Te he deseado tantas noches que ahora no pienso negarme el lujo de hacerte el amor. Eres mía.

3 comentarios:

Carolina dijo...

Que historia! me encantó.

Saludos :)

Freyja Valkyria dijo...

Que bueno!!! :O me ha encantado!! pero quiero más!! me ha sabido a poco TT_TT

Ariel dijo...

¿Te ha gustado? Q bien!!! Pues a ver si mañana arreglo el estropicio que me ha hecho un programa con la plantilla de los cojones, Me he cargado la mitad del blog.